Résumé :
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La obsesión de Jacques Tardi por la guerra –por la Primera Guerra-, punto neurálgico de su obra, tiene origen en su abuelo, un corso movilizado que se tragó todo el conflicto. Para el dibujante, su abuelo era un hombre afable que le recogía a la salida del colegio y que, en el fatigoso camino a casa, saludaba a cuantas personas se cruzaba. “Le recuerdo dormitando, con su libro abierto sobre el mantel de la mesa de la cocina. […] Yo tenía cinco años”. Era su abuela quien le narraba las historias que el marido no podía contar, las pesadillas de hedor, horror, sufrimiento y muerte que intranquilizaban sus sueños. El dibujante se ha documentado a conciencia; en La guerra de las trincheras (1914-1918), se servirá de la inestimable ayuda del historiador Jean-Pierre Verney, eminencia sobre la Gran Guerra con quien mantendría largas conversaciones telefónicas para limar los detalles. No hay excusa, motivo, ni razón por la cual no ser preciso: “No me intereso más que del hombre y su sufrimiento. Mi indignación es grande”. Tan grande, que no escatima esfuerzos para ponerle al lector un nudo en la garganta en cada página.
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